(Por: Mariana Moller, Mujer Nueva, 2003-11-21)
Un nuevo problema social aqueja a la sociedad norteamericana y ya amenaza a varios países: la ausencia del padre en la familia. Más del 40% de los niños norteamericanos está creciendo sin saber lo que significa tener un padre. Y sin embargo, nuevas investigaciones que examinan qué factores influyen en la relación de los hombres con sus hijos, han demostrado que el padre marca una gran diferencia en la vida de los niños. El departamento de salud y servicios humanos de los Estados Unidos es tajante en afirmar que "los padres constituyen un factor significativo en la vida de sus hijos", y que "simplemente no hay ningún sustituto para el amor, la participación y el compromiso de un padre responsable."
Investigadores de la Universidad de Maryland hallaron que los niños que cuentan con la figura paterna tienen una mayor capacidad de aprendizaje, mayor autoestima y no presentan tantos rasgos de depresión como los niños que carecen de ella.
Los investigadores entrevistaron a 855 niños de cinco estados norteamericanos. Aquellos con padres en sus vidas fueron calificados con gran habilidad para aprender. Los resultados no deben sorprendernos, según un experto. "Todo lo que debemos hacer es preguntarle al pequeño con franqueza", señaló James Levine del Instituto de la Familia y del Trabajo. "Todos los niños responderán que la presencia del padre marca una gran diferencia en su vida".
Infelizmente, parece que el fenómeno "hijos sin padre" o "hijo sí, marido no", no es una problemática actual solamente en los Estados Unidos y no sería exagerado afirmar que ese vaciamiento de la figura del padre y de la paternidad podría cambiar la faz de la sociedad en un futuro.
Ya se percibe un cambio notable con relación a la figura y el papel del hombre en la sociedad, que empieza a ser visto como algo superfluo o molesto. La masculinidad se mira como algo negativo, casi un delito y se trata al hombre con sospecha e, incluso, con hostilidad, como el culpable de todos los males de la mujer y de la familia.
Pero ¿todo niño necesita un padre? Aunque sea increíble, muchas voces actuales contestan que "no" o "no necesariamente". Y, si no tener el padre como referencia ya es un problema, el no creer que sea necesario tenerlo lo es doblemente. Y no tiene que ver con moralismos, sino con la misma estructura antropológica de la persona humana.
Como la maternidad, la paternidad posee una dimensión biológica (hasta ahora fundamental; simplemente no existe vida humana si no hay fecundación del óvulo femenino por el espermatozoide masculino) y otra social.
Aprendemos a ser personas viendo a nuestro padre y a nuestra madre. El padre enseña el niño a ser padre: y no biológicamente (eso se da naturalmente) sino social y antropológicamente (incluso Margaret Mead, la famosa antropóloga americana tan citada por las feministas, admite que el aprendizaje de la paternidad es una de las muestras de civilización del hombre). El niño que no sabe "ser padre", no sabrá cuidar, proteger y será, presumiblemente más violento, más antisocial. ¿No será que la violencia doméstica que se estampa diariamente en la prensa de hoy quizás tiene su raíz en el síndrome del padre ausente? ¿No serán esos hombres violentos, hijos sin padre, cómo tantos niños de ahora, que nunca han aprendido el verdadero rol del hombre y del padre en la familia?
Investigadores de la Universidad de Maryland hallaron que los niños que cuentan con la figura paterna tienen una mayor capacidad de aprendizaje, mayor autoestima y no presentan tantos rasgos de depresión como los niños que carecen de ella.
Los investigadores entrevistaron a 855 niños de cinco estados norteamericanos. Aquellos con padres en sus vidas fueron calificados con gran habilidad para aprender. Los resultados no deben sorprendernos, según un experto. "Todo lo que debemos hacer es preguntarle al pequeño con franqueza", señaló James Levine del Instituto de la Familia y del Trabajo. "Todos los niños responderán que la presencia del padre marca una gran diferencia en su vida".
Infelizmente, parece que el fenómeno "hijos sin padre" o "hijo sí, marido no", no es una problemática actual solamente en los Estados Unidos y no sería exagerado afirmar que ese vaciamiento de la figura del padre y de la paternidad podría cambiar la faz de la sociedad en un futuro.
Ya se percibe un cambio notable con relación a la figura y el papel del hombre en la sociedad, que empieza a ser visto como algo superfluo o molesto. La masculinidad se mira como algo negativo, casi un delito y se trata al hombre con sospecha e, incluso, con hostilidad, como el culpable de todos los males de la mujer y de la familia.
Pero ¿todo niño necesita un padre? Aunque sea increíble, muchas voces actuales contestan que "no" o "no necesariamente". Y, si no tener el padre como referencia ya es un problema, el no creer que sea necesario tenerlo lo es doblemente. Y no tiene que ver con moralismos, sino con la misma estructura antropológica de la persona humana.
Como la maternidad, la paternidad posee una dimensión biológica (hasta ahora fundamental; simplemente no existe vida humana si no hay fecundación del óvulo femenino por el espermatozoide masculino) y otra social.
Aprendemos a ser personas viendo a nuestro padre y a nuestra madre. El padre enseña el niño a ser padre: y no biológicamente (eso se da naturalmente) sino social y antropológicamente (incluso Margaret Mead, la famosa antropóloga americana tan citada por las feministas, admite que el aprendizaje de la paternidad es una de las muestras de civilización del hombre). El niño que no sabe "ser padre", no sabrá cuidar, proteger y será, presumiblemente más violento, más antisocial. ¿No será que la violencia doméstica que se estampa diariamente en la prensa de hoy quizás tiene su raíz en el síndrome del padre ausente? ¿No serán esos hombres violentos, hijos sin padre, cómo tantos niños de ahora, que nunca han aprendido el verdadero rol del hombre y del padre en la familia?
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