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El movimiento resurge con fuerza y novedades: la colaboración masculina es bienvenida
CARMEN MORÁN 08/03/2008
El movimiento feminista resurge con fuerza, cargado de corrientes y una novedad: la colaboración del hombre empieza a ser bienvenida. Que un presidente de Gobierno, por primera vez, se declare abiertamente feminista puede ser un detalle anecdótico, pero tiene una gran carga simbólica. Las voces feministas que ahora se escuchan, discrepantes a veces, no hacen sino confirmar una presencia reforzada del movimiento.
Las últimas leyes aprobadas por el Parlamento, la de Igualdad y la de Violencia de Género, han puesto en la foto de la actualidad a una extensa organización que comparte buena parte del diagnóstico y de las creencias, pero la estrategia para abordar soluciones ha abierto una brecha entre unas y otras, sobre la que se puede y se debe, dicen, tender puentes y firmar alianzas.
Antes de que hoy se celebren en todo el mundo manifestaciones por el Día de la Mujer, las feministas españolas han librado juntas, inesperadamente, una última batalla, la del aborto, que por unos días, intensos, ha devuelto al movimiento un regusto de sus momentos más gloriosos y eficaces, allá por los ochenta, cuando tantos derechos empezaban a conquistarse.
Con indepenencia de ésta y otras asignaturas aún pendientes, la sociedad ha renovado los motivos que justifican un movimiento feminista y se están abriendo algunas puertas a nuevas estrategias, como una incorporación más activa de los hombres a la lucha. Algo que, entre las más jóvenes, se oye de forma inconfundible.
"No es tolerable que juventud y mujer sigan siendo sinónimo de tanta precariedad, laboral, económica", empieza María Espinosa, candidata por Izquierda Unida en la lista de Madrid. Tiene 31 años. Sigue: "Es imprescindible que los hombres empiecen a actuar, de forma individual y colectiva. Esto no es una guerra entre hombres y mujeres. Yo convivo con un hombre. Ellos deben apoyarnos aunque nosotras tengamos las riendas y marquemos el paso. El machismo también les afecta a ellos", concluye.
Entre las que no son tan jóvenes tampoco se cierra la puerta a los hombres, o, al menos, no se les da con ella en las narices: "Se contempla su participación en cuestiones concretas. Quizá se está abriendo el interés por una colaboración masculina más activa y se valora su importancia para cambiar cosas, como la violencia de género", concede Justa Montero, perteneciente a la Asamblea Feminista, una histórica del movimiento.
Más decidida parece Empar Pineda, de la asociación Otras Voces Feministas: "Creo que entre las más jóvenes es una reivindicación que los hombres se incorporen al movimiento, algunas ya no ven sentido a una organización sólo para mujeres. No podemos tener el reloj parado en el setenta y nueve", afirma.
Con hombres o sin ellos, el movimiento no será nunca mayoritario, como tampoco lo son las listas de afiliación a los partidos políticos, lo que no quiere decir que algunas reivindicaciones no encuentren un eco masivo en la calle. "Como tal movimiento es una organización abierta a todos, yo siempre he conocido hombres feministas, pero no sé si ahora hay más o menos que antes", se sonríe Amelia Valcárcel, una de las grandes damas del feminismo.
Lo que no cabe esperar es que los hombres sean el relevo que mantenga vivo el movimiento. ¿Son feministas las jóvenes de ahora? "Creo que hay muchas mujeres que se están incorporando y vienen con impulso", asegura Montserrat Muñoz, feminista y política, de las filas de IU. "El sentimiento feminista está asociado íntimamente con la igualdad y sobre eso hay mucho que reclamar. Creo que la sociedad ha entendido muy bien las causas profundas de la desigualdad y aunque algunos se obstinan en presentar el feminismo como algo antiguo, no lo es".
Valcárcel está de acuerdo en que hay nuevos motivos para seguir en la lucha: "Me preocupa cómo se ven obligadas a vivir muchas mujeres en España para que las tasas de natalidad sean las que son y eso pese a los apoyos. Si las políticas feministas sufren un retroceso el horizonte puede ser catastrófico".
Para las que quieran incorporarse a la lucha, hay un abanico plural para elegir.
El Feminismo de la Diferencia es minoritario, pero ahí está. Esta filosofía, que tiene su origen en Italia en los años setenta, suena un tanto mística, pero es "muy real", dice Arnaus. Parte de la libertad femenina, que no otorga ninguna ley ni derecho, sino que se conquista a través del deseo que fructifica de la relación con otras mujeres. "El horizonte es lo que cada una lleva dentro y que se despliega al ser reconocido por otras", sigue Arnaus. La figura de la madre es esencial en esta filosofía feminista, como la mujer que establece los primeros lazos de relación con otros mediante el parto y la crianza de sus hijos, la primera maestra, la primera que transmite unos valores. "Engendrar a una criatura humana es un dato cultural, orgánico, energético, físico y psíquico. Debe haber ese reconocimiento social para la mujer", pide Arnaus.
Este feminismo ensalza algunas características-virtudes, la bondad, la relación con el otro, la ausencia de conflictos, como elementos propios del sexo femenino que deben impregnar la sociedad. Los cambios serán entonces incruentos.
Las Feministas de la Diferencia no están por la igualdad como esa meta que tanto persigue la otra parte. "La Ley de Igualdad quiere decir igualdad a los hombres, para que ellos hagan sitio, y eso no se puede dirimir en una ley. Nosotras no estamos en el plano de la lucha o la crítica, no reivindicamos nada, vamos más allá de eso. El día de la mujer es cada día", explica Remei Arnaus, directora del Grupo Duoda, un centro de investigaciones feministas en la Universidad de Barcelona.
No todo lo de esta filosofía le es ajeno al Feminismo de la Igualdad. "Yo me quedo con la autoreferencia femenina que reivindican y con el concepto de autoridad de las mujeres que ha de darse en un espacio público, con colaborar a construir esa autoridad y hacerla visible", dice la secretaria general de Políticas de Igualdad del Gobierno, Soledad Murillo. "Pero no comparto que el hecho de ser mujer sea una condición existencialista, los valores son masculinos y femeninos y ambos se pueden dar en los dos sexos. Yo no quiero que se haga uso de mi condición de mujer para encasillarme en determinadas cosas, como por ejemplo los cuidados. Puede gustarme cuidar a un hijo, o a un anciano, o no, o también puede gustarle a otros", dice Murillo.
"Yo sí creo que el hombre es la referencia para conquistar derechos que ellos tienen y que también a nosotras nos corresponden, como ciudadanas, no como mujeres", afirma Murillo, describiendo así el Feminismo de la Igualdad, fundamental, dice para que la mujer tenga presencia allá donde desee estar, tanto en la presidencia del Gobierno, como en los cargos directivos de las empresas. "El poder no contamina, ni mancha".
Amelia Valcárcel, entre otras, se felicita por que "el feminismo se ha convertido en una política de Estado, y eso es bueno. Si se queda en ideas, por más interesantes que sean, no se convierten en práctica", dice. A las leyes de Igualdad y contra la Violencia de Género, Valcárcel suma la de Dependencia como uno de los grandes logros: "Es muy importante para la sostenibilidad de la libertad de la mujer". Y Justa Montero añade: "Que un gobierno apruebe leyes de este tipo responde a las necesidades que ha planteado el movimiento feminista. Otra cosas es cómo se hayan plasmado finalmente esas leyes".
Efectivamente, las políticas feministas han copado parte de las grandes normas que se han aprobado esta legislatura y las feministas han visitado la Moncloa en numerosas ocasiones. Hubo algún momento en que, si no todas, muchas participaron juntas en la elaboración de las leyes citadas. Pero la quiebra de la que ahora se duelen también tiene su origen, quizá en esa entrada de lleno en la política.
"Muchas feministas han primado los intereses de su partido y el feminismo no se puede politizar", advierte Consuelo Abril. "Algunas hemos expresado críticas sobre el funcionamiento de las leyes y se nos ha dicho que estábamos del lado del PP, que no hay nada que me espante más. Creo que está habiendo mucha autocomplacencia y no se admite una crítica. Parece que hemos vuelto a la división de los setenta, con la doble militancia", lamenta.
En paralelo con la transición política, el movimiento feminista fue silueteando sus propias corrientes. "En diciembre de 1979, en un Congreso en Granada se perfila el Feminismo de la Diferencia y el Feminismo de la Igualdad y algunas excisiones, como las Independientes, ya extinta", recuerda Pineda. Lo que no quiere decir que ahora no haya feministas independientes.
La década de los ochenta propició un protagonismo al movimiento que quizá no ha vuelto a tener. Se discutía el aborto, el divorcio, los anticonceptivos, políticas reproductivas... Después, las organizaciones parecen retirarse a sus cuarteles, y cada quién se va especializando, unas en violencia de género, otras en salud sexual, prostitución, igualdad, conciliación... "Siempre desde la izquierda social, no cabe hablar de feminismo en la derecha", matiza Justa Montero.
A pesar de que el aborto las ha encontrado de nuevo a todas en la calle dispuestas a pelear juntas, también sobre este asuntos hay discrepancias. Pero todas consideran que ha llegado la hora de poner orden en una ley que se ha desgastado mostrando una cara muy desagradable.
Ha sido la Ley de Violencia de Género la que más ha puesto en punta las lanzas. "Nosotras entendemos que esta ley sobreprotege a las mujeres, las presenta como víctimas siempre y hace prevalecer su voz sobre la de los hombres siempre", dice Empar Pineda.
Le responde Consuelo Abril: "No estamos victimizando a estas mujeres porque ya son víctimas y por tanto, deben tener una discriminación positiva. No creo que sea paternalista".
Y así siguen las cosas.
La cuestión de la prostitución no ha erizado más la marejada porque, finalmente, no se ha legislado sobre ello. Un asunto que pertenece por derecho propio al campo del feminismo ha sido, claro, objeto de duros debates esta legislatura, aunque todo se ha quedado en algunos documentos sin peso ejecutivo.
De nuevo aquí, dentro del Feminismo de la Igualdad, hay posturas enfrentadas y enconadas. Un espectador neófito podría distinguir a las defensoras de una teoría y de otra casi por el lenguaje que usan. Por ejemplo, las que optan por la abolición de la prostitución no suelen llamar a quienes la ejercen trabajadoras del sexo, como sí las denominan las que están por la regularización de esta práctica como un oficio más. De nuevo, unas opinan que hay que dejar a las que quieren ejercer la prostitución que lo hagan con garantías, y otras piensan que detrás de esa práctica no se esconde más que desigualdad y mafias, por tanto, abolición.
Sobre la brecha entra las feministas, Murillo sostiene que "el feminismo tiene derecho a la pluralidad", pero cree que algunas críticas en el momento de discutir las leyes no fueron muy oportunas. "Creo que el feminismo adolece de falta de red -no afectiva, todas luchamos juntas por algo- pero a la hora de apoyar algunos objetivos hay cortocircuitos que merecería la pena que se analizaran". Reconoce que ha habido cierta exclusión de algunas organizaciones, que han sido y son atacadas por otras como si fueran el enemigo. "No lo son", asegura. Y cree que cuando por fin se monte el Consejo Nacional de la Mujer, será una buena oportunidad para la inclusión y para tender puentes.
"Sí, hay que hacer el esfuerzo, la unidad de las mujeres no está garantizada, es frágil, hay que mimarla", dice Empar Pineda. Y la intención de llegar a puertos comunes, la remata Montserrat Muñoz: "Quizá nos distancian los tiempos empleados para conseguir las cosas, pero nos une el análisis y la visión de la realidad".
Vida en desigualdad
Maternidad. Medio millón de mujeres muere cada año al dar a luz en los países en desarrollo.
Mortalidad. En África subsahariana 1 de cada 16 mujeres fallece durante el embarazo o el parto.
Pobreza. Hay 1.200 millones de seres humanos sumidos en la pobreza; el 70% son mujeres.
Analfabetismo. Dos tercios de las personas analfabetas en el mundo son féminas. En muchos países tienen imitado el acceso a la educación, a la salud, al control de los recursos naturales o el derecho a ser propietarias.
Violencia machista. La violencia contra las mujeres ni siquiera es un delito tipificado en 102 países y la violación dentro del matrimonio tampoco lo es en 53 países.
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