Después del verano se producen un tercio de las rupturas de matrimonios | Los expertos aconsejan planificar conjuntamente las vacaciones y empatizar con los intereses del otro
Será porque julio y agosto son meses inhábiles para interponer demandas de divorcio en los juzgados, será porque son estos meses en los que la pareja hace frente a una verdadera prueba de fuego: pasar las 24 horas del día juntos durante varias semanas. Si a ello se le une la posible (y no siempre agradable) convivencia con los hijos, los suegros y el perro, la relación conyugal soporta una tensión que, si ya llega tocada, está abocada a hundirse.
¿El resultado? Septiembre es el mes estrella en las consultas de psicólogos, terapeutas familiares y despachos de abogados.
"No todas esas personas acaban rompiendo su matrimonio -asegura Gema Prades, directora del Instituto Psicosocial GESS de Alcañiz (Teruel)- , aproximadamente un 25 ó 30% después de analizar si se trata de una crisis pasajera o no. Para muchas personas, esa crisis vacacional supone incluso un revulsivo para que la relación empiece de cero y se les dan unas pautas para reconquistarse".
Pero vayamos al principio. De la mano de la psicóloga Prades y el psicólogo, sexólogo y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Esteban Cañamares conocemos cómo convertir la Operación Bikini en la Operación Convivencia y qué hay que hacer para que la relación de pareja no haga aguas con el verano.
Las "excusas" del invierno no se evaporan
1. Cañamares insta a partir del hecho de que las parejas que disfrutan de una relación satisfactoria no tienen por qué enfrentarse a un problema especial durante el estío. Más bien son aquellas cuyos roces y conflictos se silencian durante el invierno por las prisas, el ajetreo y las obligaciones laborales. Esas fricciones afloran en el verano, cuando los miembros de una pareja "ponen sus expectativas en recuperar el sexo, la comunicación" y el encantamiento emocional. Pero no es así. "Las excusas del invierno no se solucionan de repente durante el verano", dice el profesor.
Según la psicóloga turolense, "aproximadamente la mitad de las parejas con un problema de fondo llegan a las vacaciones siendo conscientes de que lo tienen. Otra mitad confía en solucionarlo todo, pero los problemas previos van a seguir existiendo. Lo que ocurre es que hasta que no estás las 24 horas del día de vacaciones con tu pareja, lo del invierno parece una luna de miel. Convives sólo 5-6 horas y en este tiempo no te apetece discutir. Los conflictos surgen por el exceso de tiempo de convivencia en el verano".
Recurrir a un psicólogo o pedir ayuda para solventar esa crisis no tiene por qué esperar hasta el mes de septiembre. La pareja debe tratar de ponerlos en común en cuanto observa los síntomas de que algo va mal.
Planificación de mutuo acuerdo
2. La programación de las vacaciones es otro punto de disensión. "Normalmente, por falta de tiempo, uno programa las vacaciones de los dos; antepone sus intereses a los de su pareja, y después, cuando algo falla en ese programa, comienzan los problemas", explica Gema Prades. Los reproches están asegurados.
Ambos expertos ratifican que se cumple el adagio psicológico de que "cuantas más expectativas se ponen en algo, más posibilidades de fracaso hay". Y resulta que el verano se idealiza como una época perfecta, en la que todo marchará a las mil maravillas, se descansará, se disfrutará y se vivirán momentos inolvidables. Pero, si no es así, la frustración también está garantizada.
Para evitar ambos casos, los psicólogos aconsejan consensuar siempre, sin excusas, el programa de las vacaciones. Moderar entre los dos el nerviosismo y agobio que para muchos supone discurrir con quién se van, dónde, cómo y con quién. "La pareja se debe sentar a decidir el lugar que les apetece a ambos, las actividades que harán y repartirlas en función de las necesidades y satisfacciones de ambas personas", recomiendan estos expertos.
Viajando con niños, suegros y el perro
3. La misma operación debe repetirse en caso de viajar con los niños o con la familia política. Esteban Cañamares apunta como regla muy importante "el diálogo previo a las vacaciones. Hay que fijar los márgenes para que luego no se produzcan luchas de poder durante 15 días con tu pareja y con los suegros". Y Prades añade: "La pareja es como una empresa, la base está en la negociación y debe negociar qué le apetece hacer en su tiempo libre a pesar de ir con los suegros o los niños".
La mayor amenaza para que una pareja sobreviva al verano es que no renuncie a nada personal en favor de un interés conjunto de la pareja, algo que también ocurre con los hijos, a los que hay que dedicar más tiempo. "No tenemos la varita mágica para salvar el matrimonio", asegura Prades, pero lo que más se prescribe es "una gran dosis de paciencia", concluye el profesor Cañamares. Y que Benidorm, Torremolinos o la Costa Brava no nos separe.
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