miércoles, junio 27, 2007

LA VIOLENCIA EN EL REINO DE LA IGUALDAD

LA VIOLENCIA EN EL REINO DE LA IGUALDAD, EL TALANTE Y EL PROGRESISMO DE “GÉNERO”

“La violencia de género es la violencia que ejercen hombres contra mujeres, fruto de las relaciones de poder, de dominio, y de posesión que han ejercido históricamente aquellos sobre éstas, fundamentalmente en el ámbito de la pareja. El origen de este tipo de violencia, entre otros factores se encuentra, en la historia y en la cultura. En la historia de la estructura familiar patriarcal basada en la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer. Un problema atávico que responde a una construcción social que ha potenciado un reparto desigual de las actividades productivas, creando unos roles sociales asignados en función del sexo. Es en el marco de la cultura patriarcal donde se ha desarrollado además la violencia masculina, al ser ésta el instrumento más expeditivo para controlar las relaciones de poder. Son los patrones culturales machistas -de discriminación hacia la mujer-, profundamente enraizados en la sociedad, los que explican la permisividad social durante décadas de la violencia masculina. La expresión violencia de género es gramaticalmente controvertida porque es una palabra exportada del inglés gender”, que quiere decir sexo. Sin embargo, no cabe obviar que el género no es sólo un término gramatical; es también una construcción o instrumento intelectual de análisis de la realidad. Así es: a diferencia del término sexo, que se refiere únicamente a las diferencias biológicas entre hombre y mujer, el vocablo género sirve de base para mostrar que las desigualdades entre ambos sexos se han construido históricamente como consecuencia de la estructura familiar-patriarcal y no como fruto de la naturaleza biológica de los sexos. De esta suerte, las expresiones de género y perspectiva de género comienzan a generalizarse tras la Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing, celebrada en China en 1995.

No solo la violencia de género, sino también la violencia familiar es una cuestión determinada por el sexo masculino. Por eso puede también hablarse de violencia intrafamiliar de género, porque son los hombres de forma abrumadora los sujetos activos de la violencia en cualquiera de las tres categorías de violencia intrafamiliar…”

         Así se expresa en un texto titulado LA APLICACIÓN DE LA LEY ORGÁNICA DE MEDIDAS DE PROTECCIÓN INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO”, Publicado en la Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Investigación Ortega y Gasset, “Circunstancia”, en Enero de 2007, la Juez del Tribunal Supremo, Montserrat Comas d'Argemir i Cendra, Presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial.

Comienzo con esta cita porque las ideas que en ella aparecen son los dogmas, los axiomas de los que parte la versión “oficial” de la violencia sobre la mujer, perspectiva machaconamente repetida y difundida hasta el hartazgo, pese a que la tozuda realidad se empeñe en demostrar lo contrario. Pero en el retablo de las maravillas zapateril la realidad es lo que menos importa, lo que interesa es reiterar, reiterar, y reiterar la versión política y socialmente correcta, hasta conseguir que se instale como corriente de opinión mayoritaria entre la población (la ciudadanía la llaman ahora) y acabe siendo un dogma incuestionable. Aunque se divulguen barbaridades, disparates que son un verdadero insulto a la inteligencia, no importa, todo cabe en lo que el profesor Gustavo Bueno denomina “el pensamiento Alicia”…

¿De veras es creíble que cuando un hombre –porque la versión oficial y socialmente correcta solo habla de los varones como susceptibles de recurrir a la violencia- se rebaja, se envilece hasta tal punto de que se transforma en un monstruo capaz de acabar con la vida de su compañera, esposa, novia, amiga, amante, o ex amante, o ex esposa… se debe a la historia y a la cultura, y es resultado de las relaciones de poder, de dominio, y de posesión que han ejercido secularmente los hombres sobre las mujeres, y que todo ello los lleva a no aceptar que las mujeres ocupen espacios que antes les estaban vedados?  Somos muchos (y muchas) los que discrepamos y  pensamos que el asunto obedece a causas mucho más complejas y que si se quiere coger el toro por los cuernos, hay que ser más rigurosos y hacer un mayor esfuerzo de inteligencia, y por supuesto dejarse de monsergas y consignas ideológicas.

Pero, realmente ¿Por qué está fallando la Ley Integral contra la Violencia de “Género”?

Han pasado ya más de dos años de su aprobación (dos años y medio, para ser exactos) y el número de mujeres asesinadas  no para de aumentar (por supuesto, también la cifras de varones, de niños, de ancianos…) ¿Qué está fallando?

Sin duda alguna, la ley  no está sirviendo de nada. Desde que la polémica ley entró en vigor las cifras de mujeres asesinadas son más o menos similares a los años 1999, 2001, 2002, 2003 y 2004. Durante los años 2005 y 2006 –así como lo que va de 2007- se ha mantenido el mismo tono…

La ley no está funcionando por la sencilla razón de que  está  diseñada desde la ideología  o perspectiva de género y no desde la interpretación de la realidad.  La Ley Integral contra la violencia de género es un homenaje a tal doctrina (que no son pocos los que la consideran totalitaria…) cuyos efectos resultan negativos no solamente por su escasa eficacia sino porque ha judicializado penalmente las relaciones de pareja.

La perspectiva del género es una doctrina que pretende ser “total”, igual que el marxismo que es la doctrina en  la que se inspira sin duda alguna. Según la ideología de género  la sociedad actual  está  basada en el matrimonio y la familia, familia en la que existe una concreta división de roles, la sociedad actual es esencialmente perversa porque está sujeta a los caprichos de una “clase” dominante: los varones; la familia es el lugar donde se educa, donde se inculca, donde se aprende la violencia contra las mujeres.

Según el feminismo subvencionado y políticamente correcto los feminicidios, son la respuesta del “macho dominante” a los deseos de emancipación y libertad de las mujeres. El varón inclinado a comportamientos afortunadamente decadentes, educado en la familia y la religión judeocristianas, en el patriarcado, le niega a su compañera los derechos más elementales, y llegados a un determinado momento, tiende a resolver el conflicto matándola. Naturalmente, dado que es una ideología bastante chapucera, no existen datos que corroboren o apoyen tales hipótesis. Todo lo contrario.

Si la versión de la “perspectiva de género” fuera cierta,  la violencia y, sobre todo, los asesinatos se darían en mayor medida en las personas educadas de forma más tradicional que en las personas jóvenes.  Sin embargo, la cruda realidad demuestra que las cosas  son de otra manera: una mayoría abrumadora de asesinos son  menores de 40 años, y el veinte por ciento menores de 30. Las homicidas mayores de 50 años, el grupo en teoría más peligroso por su patriarcalismo, apenas representan el 40 por ciento de los casos.

Si la versión oficial fuera cierta, deberían predominar más los maltratadores y asesinos con mentalidad tradicional que los maltratadores “liberales” o “progres”. La realidad es muy otra. Las personas unidas por matrimonio religioso proseen menor tendencia al  homicidio que las unidas por  matrimonio civil, y a su vez, éstas muchísimo menos que las que forman “pareja de hecho”. Casualmente las estadísticas demuestran que existen 10 veces más posibilidades de homicidio en una relación de pareja de hecho.

Si los postulados en los que se inspira la ley fueran ciertas, en las naciones “más liberales”, con una mayor tradición de liberación de la mujer, como los países nórdicos y anglosajones, debería haber mucho menor violencia intrafamiliar que en los países supuestamente más tradicionales y con influencia judeo-cristiana, como Portugal, España, Italia, Grecia (ortodoxa), incluso Irlanda. Pero la realidad, insisto, es muy diferente: Suecia tiene el dudoso honor de liderar el ranking junto con Gran Bretaña y los Países del Norte de Europa, mientras que la cola corresponde precisamente a los países mediterráneos e Irlanda.

El tópico-estereotipo de un presunto “macho violento” de pelo en pecho, piel aceitunada y mirada cejijunta, frente a un civilizado nórdico, de ojos azules y actitudes liberales, es falsa: el nórdico estadísticamente presenta una mayor tasa de feminicidios y, no sólo esto, sino también de violaciones.

La ley no funciona sencillamente porque no se quiere reconocer que el origen de la violencia intrafamiliar está en la ruptura de pareja.

Existen tres factores (que a menudo se olvidan) que guardan una estrecha relación con los feminicidios. Uno ya ha sido señalado, las parejas de hecho; el segundo es la inmigración desestructurada, sin familia (que no la inmigración a secas) y el tercero son los procesos de ruptura de pareja.

Pero estos tres factores se pueden resumir en uno solo: el  que ya hemos nombrado de las rupturas, porque la inmigración desestructurada suele derivar en parejas de hecho y éstas presentan un grado de inestabilidad, de ruptura, por consiguiente, muchísimo más elevado que los matrimonios. De ahí también, que el aumento del número de divorcios tienda a presionar al alza el número de homicidios.

Pero la ley no quería abordar en profundidad el asunto porque resulta social y políticamente incorrecto reconocer que las rupturas son un enorme factor de riesgo,  ya que el objetivo es criminalizar al hombre-varón, y no buscar la causa real del por qué en unos casos concretos la violencia estalla mientras que en la mayoría no. Para la ideología de género es imprescindible seguir manteniendo la aberración de que la violencia que sufren las mujeres es parte del sistema y el feminicidio su única y posible consecuencia.

Y ¿qué hacer ante semejante panorama, por cierto nada halagüeño? Pues sencillamente, “más mediación familiar y menos policías"

Es tan obvio, que la Juez Decana de Barcelona, Maria Sanahuja, miembro de la Asociación Progresista de Jueces para la Democracia, y feminista militante, ha afirmado en unas declaraciones a El País (3 de septiembre de 2006), que “la única alternativa a esta ley es poner en marcha los mecanismos que permitan la mediación entre las parejas, lo que supone una revisión en profundidad de la norma, ya que el texto legal prohíbe de manera clara esta fórmula”. La juez apunta con precisión a  la raíz del problema: Evitar o atenuar la ruptura mediante la conciliación. Éste sí es el camino acertado, pero no hay que olvidar un detalle: la ideología totalitaria de esta ley lo prohíbe.  María Sanahuja critica muchos más aspectos que deberían ser tenidos en cuenta porque inciden sobre puntos de la  normativa vigente que han sido denunciados desde otras perspectivas jurídicas. Una de ellas es el desequilibrio que se produce, cuando ante un mismo hecho la pena sea distinta si el autor  es hombre o mujer. El asunto “tiene miga”: si el autor de un delito es mujer será calificado de falta, pero si es un hombre será considerado un delito y recibirá una pena de prisión incluso superior a dos años,... La Juez afirma que “no sólo estamos provocando problemas con las órdenes de protección a las mujeres, estamos también haciendo millares de detenciones para nada. Con la reforma del código penal hemos convertido en delincuentes a la inmensa mayoría de los varones, como consecuencia de las tensiones que se producen en los momentos más conflictivos de las separaciones y divorcios”.

La Juez Decana de Barcelona propone, incluso, suprimir los juzgados de violencia de género y devolver al ámbito de la jurisdicción civil y penal este tipo de conflictos, tal como antes sucedía.  Además, considera, que “las órdenes de protección a las mujeres están paralizando a la policía”.

Pero en lo que más insiste es en la mediación familiar, que recuerda que funciona hace más de una década en Europa y desde hace más de 25 años en Estados Unidos, con índices de acuerdo cercanos al 80%. Por esto afirma: “cualquier solución que trate de resolver el problema de la violencia sin mediación está abocada al fracaso". “Con esta ley hemos creado en los juzgados y en la policía unos problemas que no teníamos” y pide que se restablezca el sentido común en la redacción y aplicación de las leyes. Más claro imposible.

Esta ley no sólo no protege a la mujer sino que provoca situaciones de mayor violencia, desorganiza el sistema judicial y policial y judicializa las relaciones entre las parejas. Hombres y mujeres concretos son los perjudicados, una situación que se acentúa por la insólita ley española del divorcio al establecer su aplicación sin ninguna clase de mediación y por solicitud unilateral de uno de los cónyuges que acostumbra a ir seguida de una denuncia falsa por maltrato con la intención de conseguir ventajas. El gobierno de Rodríguez Zapatero y su peligrosa ideología sobre el hombre, la mujer y el matrimonio nos ha metido con sus leyes en una situación delirante...  Además, la violencia doméstica afecta de forma igualmente alarmante a niños, ancianos y, en menor medida aunque también, a hombres, de ahí que sea un grave error la aplicación de la “discriminación positiva” en este ámbito, al igual que en otros. ¿Es que acaso todas las víctimas de dicha violencia no merecen igual trato o atención y sus agresores igual castigo con independencia del sexo al que pertenezcan? ¿Es que acaso unos son más culpables que otros? La ley debe proteger a todos por igual, sin distinciones de ningún tipo, ya que lo contrario supondría una evidente vulneración institucionalizada de derechos individuales que son absolutamente inalienables, una violación en toda regla del principio de igualdad ante la ley, propio de las democracias modernas. Todo individuo, que no grupo, con independencia del sexo al que pertenezca, debe ser considerado de la misma manera cuando es víctima o agresor, puesto que la existencia de delito no radica en una mera y simple cuestión de sexo-género. El delito es la violencia y el maltrato, independientemente de quién lo sufra e independientemente de quién lo ejerza.

 

 

 

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