miércoles, junio 11, 2008

Otro rasero

 

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No podía ser más sórdido el caso en que se ha visto envuelta María Emilia Casas

Cristina L. SCHLICHTING / 11.06.2008


El Tribunal Constitucional ha concluido que María Emilia Casas debe seguir en su cargo de presidenta del Tribunal pese a haber asesorado a una mujer en un caso que competía al propio TC. El escándalo no se produce sólo porque la jueza se haya constituido en parte, al hablar con un acusado, sino porque queda de manifiesto la politización del TC que, defendiendo a Casas en lo indefendible, garantiza al Gobierno la aprobación del Estatuto de Cataluña, que la señora magistrada apoya. Pero no me interesa aquí recalcar lo que otros han denunciado ya sino indicar que María Emilia Casas estaría despedida si hubiese hablado con un hombre en lugar de una mujer. Porque la señora que pidió su auxilio en materias legales había matado a su marido después de que éste obtuviese la custodia del hijo que tenían en común; la tía contrató a un asesino profesional. ¿Se imaginan la que se habría liado si se hubiese tratado de un varón? Si María Emilia Casas hubiese asesorado a un hombre al que después se le hubiese probado que mató a su mujer, la presidenta del Constitucional estaría en la calle por contaminación profesional en un caso de maltrato doméstico o, como lo llaman ahora, violencia de género. El feminismo imperante no permitiría bajo ningún concepto que presidiese el Tribunal Constitucional una señora sospechosa de tolerancia con la violencia de hombres contra mujeres. Al revés, sí. Que una asesina de su marido despache con la presidenta del tribunal que antes o después verá su caso es cosa que la mentalidad dominante tolera. Me van a perdonar que me rasgue las vestiduras. No podía ser más sórdido el caso en que se ha visto envuelta María Emilia Casas ni más injusta la indiferencia con que se ha tratado en toda la izquierda este asunto. La visión marxista de la realidad se ha aplicado a la relación entre hombres y mujeres en el feminismo moderno, de manera que ellas son la casta dominada y los hombres, la dominante. Cuanto hagan las mujeres para liberarse está bien hecho.

 

 

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