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Martes, 1 de Julio de 2008
ÁSSUN PÉREZ AICART EDUARDO SILVA BAFALUY
«A LA MUJER se la ayuda no haciéndola una víctima, sino haciéndola independiente». Ésta es una de las bases del feminismo. Parece ser que en este país las mujeres no podemo s hacer nada por nosotras mismas, y necesitamos listas de paridad y protección continuas. Por el simple hecho de ser mujeres, somos débiles y frágiles.
La ley de violencia de género se basa en el dogma de que el hombre es más malo por naturaleza, y por tanto, merece más castigo por un delito igual al cometido por una mujer. También se basa en el hecho de que el hombre maltrata con más habitualidad que la mujer. ¿Qué pasaría si aplicásemos estas ideas a otros supuestos? Supongamos que en un atentado terrorista participan un vasco y un andaluz, ¿podríamos aplicar una pena mayor al vasco por el hecho de que históricamente haya habido más etarras vascos? Y eso por no mencionar una mayor pena a los musulmanes. ¿Y los alemanes, son más nazis que el resto de europeos? Nadie se atrevería jamás a hacer leyes basándose en prejuicios de ése tipo. Jamás. Las mujeres con honor no queremos ser cómplices de semejante crueldad y manifestación de odio. No digan que lo hacen por nosotras, nos humilla. Búsquense otra excusa, pero no utilicen nuestra imagen para marginar a un sector de la población en nuestro nombre.
En el momento en el que la presunción de inocencia es vulnerada, no hay excusa que valga. Es completamente inaceptable que la palabra de una mujer, por el mero hecho de serlo, sirva para arrestar una persona. ¿En qué mundo vivimos? Esto sería igual que aceptar que, según algunas tradiciones culturales de otros países, la palabra de un hombre, por el mero hecho de serlo, tenga mayor validez que la de una mujer. Nuestra constitución dice claramente que no podemos hacer diferencias por razones de sexo, entre otras. ¿Cómo puede ser que la constitución, nuestra carta magna, sobre la que se basan las leyes, manifieste algo claro y alto, y aceptemos al mismo tiempo una ley que la contradiga? Y el problema no acaba aquí. Es que, además, sigue habiendo mujeres víctimas de la violencia doméstica. Mientras las denuncias aumentan, disminuye la atención a aquellas personas que realmente necesitan ayuda. ¿Por qué hay sectores que se tapan los ojos y que no aceptan ninguna crítica de la ley? ¿Por qué no quieren aceptar que desde diferentes voces se han alzado críticas, que bien utilizadas podrían mejorar la ley? Porque lo que no se puede negar es que sigue habiendo víctimas. ¿Es que acaso creen que por criticar una ley estamos negando la evidencia de que a las mujeres se las sigue maltratando? ¿O es que son tan soberbios que no quieren escuchar y recapacitar?
El feminismo no se forja a través de pisotear a los hombres o de dar una vuelta a la tortilla. El feminismo busca una sociedad igualitaria, donde los prejuicios basados en el género desaparezcan. Siempre ha habido prejuicios sobre las mujeres, pero también los hay, y muchos, sobre los hombres. No caigamos en la trampa de la guerra de sexos. Sería ridículo. Deberíamos ser capaces de dejar atrás los errores y abusos de nuestros antepasados y mirar adelante con ánimo, alegría y objetividad. Forjar entre todos una sociedad a la que valga la pena traer a nuestros hijos sin temores.
EL 18 DE JUNIO fue el día de la vergüenza. Los votos de los europarlamentarios de ultraderecha, de derechas y del Partido Socialista aprobaron la directiva de la vergüenza. Una legislación que abre la veda a la caza del inmigrante y que aleja a Europa de la Declaración Universal de Derechos Humanos y la acerca al modelo del Guantánamo de Bush.
Con esta directiva de la vergüenza miles de trabajadores inmigrantes podrán ser encerrados hasta 18 meses simplemente por no tener los papeles en regla. A la cárcel por una simple infracción administrativa (porque cárceles son realmente los Centros de Internamiento de Extranjeros, CIEs, y porque la directiva contempla que cuando se cubra su capacidad podrá enviárseles directamente a prisiones).
También se convierte en papel mojado la Declaración Universal de Derechos del Niño cuando éste es inmigrante. La directiva permite retener igualmente a menores de edad no acompañados.
Se llega a límites absurdos utilizando términos como «persona ilegal» (hasta ahora creíamos que ilegales podían ser las acciones, pero jamás las personas).
Tenemos la memoria de los peces, para qué recordar que nuestros abuelos fueron emigrantes, que nadie le pidió visado ni papeles a Cristóbal Colón, ni a los colonos del Mayflower, ni a los ingleses en la India, ni a los franceses en Argelia, ni a los italianos en argentina, ni a tantos europeos, tantos españoles, que huyeron de las guerras o del hambre y fueron acogidos en los países más diversos.
Esta directiva de la vergüenza es el último ladrillo de la Europa Fortaleza que están diseñando las élites políticas y económicas, vulnera los derechos fundamentales, estigmatiza a los trabajadores inmigrantes, ignora la naturaleza y origen de los fenómenos migratorios y fomenta el sentimiento de inseguridad, la xenofobia, el racismo y la insolidaridad. Es el proyecto de sociedad esclavista y militarizada que nos propone la globalización capitalista.
Es necesario recordar que hace pocas semanas asistimos también a la escenificación en la reunión mundial de la FAO de la insolidaridad de los países ricos ante la crisis alimentaria. La subida de los precios de los alimentos básicos en los países del tercer mundo está provocada por las transnacionales de la agroalimentación, los agrocombustibles y la especulación financiera, es decir, por el primer mundo. Nuestras multinacionales se enriquecen con el hambre en continentes enteros como África.
De esos continentes vienen los emigrantes («el hambre viene, el hombre se va...»), para detenerlos Europa levanta muros y directivas de la vergüenza. Muros que abre (cuando hacen falta como mano de obra en los plásticos de la fresa o en la construcción) y cierra a su antojo.
Como escribe el filósofo Carlos Fernández Liria: «Los habitantes del primer mundo podemos tener la conciencia tranquila porque las estructuras económicas sobre las que se asienta nuestro privilegiado mundo matan por nosotros más allá de nuestras fronteras, sin necesidad de que nosotros mismos tengamos que mancharnos las manos de sangre... Se trata de un nuevo racismo, de un racismo tan devastador que ha encerrado en campos de concentración al 80% de la población mundial. Las alambradas son nuestras leyes de extranjería. Los planes de ajuste del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, la nueva solución final».
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