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Domingo 25 de mayo de 2008
MANUEL MOLINA DOMÍNGUEZ En una reciente Sentencia, y por siete votos contra cinco (resolución, por tanto, nada pacífica), el Tribunal Constitucional acaba de declarar que
Su posible inconstitucionalidad había sido planteada por una magistrada-juez de Murcia que, al parecer, consideraba que el hecho de que esa ley imponga -por la comisión de hechos idénticos- penas de prisión más altas a un ciudadano (por ser hombre) que a otro (por ser mujer), podría vulnerar -menuda ocurrencia- el "Principio de Igualdad y no discriminación por razón de sexo" contemplado en al art. 14 de
Pues bien, a vueltas con dicha Sentencia -intentando comprenderla- y leyendo sobre el tema en la prensa, me encontré, casualmente, con un artículo de opinión publicado sólo unos pocos días antes por una conocida y veteranísima militante del sector más radical del feminismo patrio (ese que parece perseguir la supremacía de la mujer sobre el hombre, y no la igualdad entre ambos).
En dicho artículo (titulado "Malos tiempos para las mujeres") D.ª Lidia Falcón, que así se llama su autora, afirma lo siguiente:
- Que "contra las mujeres se ha desencadenado una campaña (sic) machista";
- Que esa campaña "está cada día más en auge (sic)";
- Que, "por ello (sic), los jueces archivan el 55% de las denuncias por maltrato, considerando que son falsas"; y
- Que todos los hombres que quieren la custodia compartida de los hijos tras los divorcios lo hacen tan solo "con el propósito claro (nuevamente, sic) de no pagar las pensiones de alimentos a los niños".
Como suena. Todo en el mismo saco: "conspiración" de violencia machista; "incomprensible" archivo judicial de las denuncias falsas; y "taimada" solicitud de custodia compartida de los hijos por parte de los malvados y rácanos varones.
Asímismo, en su hiperbólico artículo, D.ª Lidia se permite atacar -entre otros- a la magistrada María Sanahuja (hasta hace poco, juez decana de Barcelona), quien al parecer también es feminista, pero ferviente partidaria de la custodia compartida de los hijos, en beneficio de éstos, tras los divorcios (es decir, "curiosamente", defensora de una verdadera igualdad entre hombres y mujeres).
Pues bien, frente a todo ello se podrían argumentar muchas cosas. Por ejemplo, que somos muchos -inmensa mayoría- los hombres que repudiamos la violencia contra las mujeres (y contra cualquier otra persona, independientemente de su sexo), pero que también estamos en contra de la utilización fraudulenta de ciertos resortes indirectos de esa Legislación de Violencia de Género como instrumento de presión y en perjuicio de muchos hombres inocentes. Es decir, contra las denuncias falsas.
Que difamar a todos los hombres que quieren a sus hijos y creen firmemente en la custodia compartida como medio de seguir participando en la crianza y educación de los menores tras los divorcios, es tan injusto y demagógico como lo sería afirmar que absolutamente todas las mujeres que se niegan a la custodia compartida -y la solicitan para sí, de forma exclusiva- lo hacen con el único objeto de obtener beneficios económicos (¿o es que eso sí le parecería bien a la señora Falcón?).
O que llama la atención la forma en que un sector del feminismo más radical, perdiendo su admirable e histórica razón de ser originaria (la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres; idea justa como pocas), es capaz de rizar el rizo de lo absurdo y defender postulados más machistas que aquel que dice que "la mujer en casa, y con la pierna quebrada". Porque ¿hay algo más ranciamente machista que defender la idea de que, tras los divorcios, las mujeres (por el simple hecho de serlo) están más capacitadas que los hombres, para la crianza y educación de los hijos? Realmente, parece empeñado en hacer bueno aquel viejo aforismo que reza que "los extremos se tocan": en este caso, "feminismo radical" y "machismo recalcitrante".
Se podría argumentar mucho más.
Pero, la verdad -ante lo absurdo e incongruente de dicha teoría de la "conspiración" contra las mujeres, y el resto de sus afirmaciones-, lo único que le diría a la autora del artículo son aquellas palabras que el mago-prestidigitador al que daba vida el genial Woody Allen en su reciente película, titulada "Scoop", dedicaba -con su característico tartamudeo- a una señora del público:
"La adoro, de verdad. Oigan, adoro a esta mujer. Y lo digo de corazón, lo digo sinceramente. Es usted una mujer increíble; y lo digo con el debido respeto. Es usted una mujer maravillosa, lo digo sinceramente. ¡Dios la bendiga! Es un encanto. Lo digo desde el fondo de mi corazón. Es un ser humano increíble y un ejemplo para su raza (sic)".
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