El ex marido y la ex esposa deben ser iguales en sus obligaciones, con independencia de la función familiar que desempeñen y lo mismo concierne al nuevo cónyuge, que no podrá vivir a expensas de la precariedad de la primera parte contratante.
Aunque la crisis parece haber reducido notablemente las rupturas, sugiriendo que si las bodas van de amor, los divorcios van de dinero, los futuros separados en Alemania deberán hacer antes sus cuentas según la nueva regla dictada por el Tribunal Supremo Federal en Alemania (BGH). Un marido que fuese contribuyente principal o único no debe ya entregar la mitad de sus ingresos a su ex esposa y, con la mitad restante, arreglárselas en una nueva vida.
En primer lugar, unos ingresos no se dividen ya a mitades entre divorciados sino en tercios, considerando la nueva pareja del miembro contribuyente. Pero la sentencia exige, correspondientemtente, a la nueva esposa o marido un empleo, si la renuncia al mismo fuese a detraer fondos del consorte con respecto a sus obligaciones hacia su ex familia.
Números aparte, el Supremo en Karlsruhe ha decidido esencialmente igualar el terreno de juego para los consortes, de modo que ni un marido quede entrampado aunque su antigua mujer trabajase, y viceversa; como tampoco una nueva pareja pudiese vivir de su marido o mujer en detrimento de los fondos acordados para la manutención de la familia dejada atrás.
En tal caso, se podría exigir a la nueva pareja un empleo, como asimismo a la antigua, de modo que, en la nueva situación, una u otra no detraigan de la manutención acordada ni el marido o primer contribuyente se viera estrangulado entre ambas obligaciones.
Desde la reforma de la ley de divorcio en 2008, las ex mujeres o maridos alemanes han perdido ya la ventaja tradicional sobre las nuevas parejas en lo que respecta a apoyo y manutención. Lo que ha hecho la nueva ley, a partir de un caso de nueva familia hecha de retales, ha sido determinar cómo computar las obligaciones si, por ejemplo, la nueva pareja es ama de casa sin empleo.
Y la sentencia establece que la decisión de no trabajar no puede nunca ser a expensas de la ex pareja y que una estimación de lo que dicho consorte pudiera ganar si trabajase debe ser incluída en el cómputo de reparto. Y el resultado es que los cónyuges ya no pueden decidir a su antojo hasta qué punto dependerán del otro; y aún más que, caso del marido, sus ingresos deberán ser divididos ya no entre dos sino entre tres, considerando por igual a su antigua y a su nueva esposa.
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