LORENZO MARINA. PALMA. La desigual corpulencia física no ha evitado que Ramon Llabrés se sienta permanentemente amenazado por su todavía esposa. "Yo tengo miedo a mi mujer", admite sin ambages. El calvario se acentuó desde que en agosto decidió poner fin a ocho años de matrimonio. Los insultos fueron subiendo gradualmente de tono hasta tornarse en amenazas y en presuntos malos tratos físicos. El pasado jueves, después de sufrir una agresión en plena calle, el titular del Juzgado de Instrucción número cinco de Palma dictó a su esposa una orden de alejamiento de él.
La historia se reeditó ayer en el Juzgado de Violencia Contra la Mujer número dos de Palma. Apenas cinco días después de que un juez dictara una orden de alejamiento contra su ex esposa, las tornas cambiaron, al menos inicialmente. Sin embargo, el juez volvió ayer a dar la razón a Ramon y denegó la orden de protección que solicitaba la denunciante.
"Yo soy incapaz de poner la mano encima a mi mujer. Nunca lo haría con ninguna. Tengo un hijo al que también le debo un respeto", recalca una y otra vez Llabrés con el rostro lleno de arañazos y con la señal de una mordedura en una de sus manos.
Sobre las 8.45 del pasado jueves, su ex esposa le aguardaba en la puerta de su taller. Al subirse a la furgoneta, la madre de su hijo, presuntamente, se abalanzó sobre él. "Me agredió con todo lo que tuvo a mano. Me arañó, y me mordió", apunta. El informe facultativo emitido en el PAC y la posterior orden de alejamiento emitida por el juez respaldan su versión de los hechos.
A pesar de que la justicia le ha dado momentáneamente la razón, Ramon Llabrés siente desigualdad en el tratamiento. Máxime después de que su esposa, supuestamente, vulnerara la orden de alejamiento unas horas después de ser emitida por el juez. No me avergüenzo de lo que me ha pasado, pero culpo al sistema", señala. "Si hubiera sido al revés, hace tiempo que yo estaría en la cárcel".
Ramon Llabrés mantiene que su relación conyugal nunca fue buena. Aunque el deterioro de la relación tras la decisión de ponerle fin ha sido vertiginoso. "A los tres meses de casados, tiró las plantas por el piso. Otras veces me escupió a la cara o me tiró la comida y se la dio al perro".
El caso de Ramon Llabrés no ha pasado inadvertido a los servicios sociales municipales. Es uno de los dos únicos hombres incluidos en el Servicio de Atención a las Víctimas de Violencia de Género del Ayuntamiento de Palma. De hecho, es el único hombre entre las solicitantes de un teléfono móvil que le permita alertar de la presencia de su ex.
Mientras tanto, Ramon Llabrés aúna sentimientos contradictorios. "Todas las instituciones se han portado muy bien. Hacen lo que pueden con lo que tienen. Todavía las denuncias que me pone mi mujer se tramitan más rápido que las que pongo yo". No obstante, para este hombre denunciante de malos tratos todavía queda una cuenta pendiente: "hablar de violencia entre personas, no de género".
No hay comentarios:
Publicar un comentario