Juan Infantes Sánchez
Como era de esperar el Ministerio de la señorita Pepis que ZP le endosó a la ministra Aido con el Ministerio de Igual-dá, se metería en terrenos pantanosos, jurídicamente hablando, donde quedan patentes la arbitrariedad y la aplicación desigual de la ley, según qué asuntos. Como llamábamos en la facultad a algunas asignaturas, ni públicas ni privadas, este es el Ministerio Arco Iris, pero sin caballitos pequeños, ni diminutas muñecas de colores. Eso sí, todo muy real y muy moderno. Tanto, que cada día asustan más sus planteamientos de criminalización del varón, pase lo que pase. Se gastan el dinero en machacar continuamente a la población con ese discurso prejuicioso de que el hombre es malo por naturaleza (incluso lo refrendó el Constitucional, que cada día da más pena) y de que todo lo que venga del varón en relación con la mujer (relaciones de pareja o parentales) viene condicionado negativamente. Vamos, que poco más o menos que a uno le queda cuando oye o lee las noticias una sensación de que todos injurian, amenazan, golpean, lesionan o matan a sus parejas, y que todos los padres no cumplen sus obligaciones… Como si la existencia de una legislación común, igual y única para todos –hombres y mujeres– no fuera suficiente para erradicar la violencia de género. Pero no es un problema de leyes. Ya lo ve, señora ministra. Su ministerio y sus esfuerzos, sus leyes antiviolencia, incluso respaldadas por el constitucional, no sirven para bajar los niveles de violencia contra la mujer. Muchos observatorios, muchas reuniones, pero medios pocos. Educación en las aulas y en la televisión, menos… Ustedes lo arreglan todo con un congreso, un observatorio, un teléfono de avisos y cuatro blas, blas, blas…
Y a qué viene toda esta soflama. Pues viene a que a la señora ministra y demás compañeros/as mártires ahora les ha dado por cuestionar el Síndrome de Alienación Parental (SAP). Para los que no sepan de qué va, les cuento que desde 1985 el psicólogo americano Richard A. Gardner definió este síndrome principalmente en situaciones de crisis matrimoniales, como especialización del Síndrome de Münchhausen por poder o por proximidad, según el cual un progenitor (padre o madre) por distintas estrategias va minando la voluntad y la conciencia de su hijo o hijos, indisponiéndolo respecto del otro progenitor bien a través de desvalorizaciones o insultos, impidiéndole o dificultándole comunicar con sus hijos, atacando a través de familiares al excónyuge, subestimando sus sentimientos respecto del progenitor no custodio, etc. Seguro que les suena. En roman paladino, malmetiendo el padre o la madre, respecto de su pareja o ex pareja. ¿Quién puede decir que no ha asistido alguna que otra vez a escenas de este tipo en su entorno? Normalmente, en un casi noventa por ciento, lo padecen los progenitores varones, y es una circunstancia que va teniendo más fuerza dentro de la práctica forense, sobre todo a la hora de decidir la atribución de la custodia.
Pues bien, como todavía no está definido este síndrome dentro del catálogo de patologías psicológicas de la Organización Mundial de la Salud, y su reconocimiento tácito vendría a suponer un ataque principalmente a las mujeres, a nuestro ministerio arco iris se le ha ocurrido poner a trabajar la maquinaria mediática para combatir los postulados del SAP, y de paso a los varones, con la presentación de un libro en el que se cuestiona la existencia de ese síndrome, bajo el título El pretendido SAP, firmado por Sonia Vacaro y Consuelo Barea. Asco me da, la utilización con fines políticos de lo jurídico.
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